Si no lo ha hecho todavía, lea Los Dogon y el misterio de Sirio - Parte I.
Explicaciones
Si se acepta que los Dogon efectivamente poseen extraordinarios y precisos conocimientos astronómicos que se encuentran muy por encima de sus capacidades tecnológicas, es obligatorio preguntarse de qué manera obtuvieron esa información. La respuesta de Robert Temple es ya conocida: de visitantes del espacio exterior provenientes de Sirio (ya hemos visto cuándo y cómo se produjo ese contacto en opinión de Temple). Algunos representantes del movimiento afrocentrista (como Adams, Van Sertina y Welsing) tienen, por su lado, propuestas no menos interesantes: o bien que la extremada agudeza de los ojos oscuros (!!!) de los pueblos de raza negra les permiten distinguir a Sirio B a simple vista, o que la melanina actúa de modo similar a un telescopio infrarrojo, o quizás a través de los egipcios, quienes, como nadie ignora, disponían de poderosos telescopios (!!!), y, además, por si fuera poco, eran de raza negra (ninguna de estas tres "hipótesis", por llamarlas de alguna forma, tiene el menor fundamento; el supuesto telescopio egipcio se basa en un también supuesto descubrimiento ruso de una supuesta lente perfectamente esférica, que aun en el caso – más que dudoso – de que existiera no podría servir para construir un telescopio útil de ninguna forma).
Una línea de argumentación mucho más sobria fue la ofrecida por, entre otros, Ian Ridpath y Carl Sagan en la polémica que surgió a raíz de la publicación de The Sirius Mystery. Sagan y Ridpath sugirieron que los conceptos astronómicos modernos incluidos dentro de la mitología Dogon podían haber sido asimilados por ésta sólo en una época muy reciente, posiblemente muy poco tiempo antes de que los mitos fueran registrados por Griaule y su equipo en los años treinta y cuarenta. En apoyo de esta hipótesis hicieron notar que para entonces todos los conocimientos astronómicos atribuidos a los Dogon (incluyendo unos cuantos errores obvios) estaban ya establecidos en la astronomía moderna desde hacía un tiempo más o menos largo. Por ejemplo, la compañera de Sirio era conocida desde 1862. Es claro que los Dogon no pudieron haber adquirido esa información sin haber estado en contacto con una civilización tecnológicamente avanzada; sin embargo, de acuerdo a la propuesta de Sagan y Ridpath, esa civilización muy probablemente fue terrestre más que extraterrestre. Los Dogon podrían haber recibido esos conocimientos de viajeros, exploradores, comerciantes o misioneros, integrándolos sin grandes conflictos en el marco de sus mitos tradicionales. También pueden haberlos recibido a través de las escuelas francesas locales, o quizás los oyeron en Europa aquellos miembros de la etnia que lucharon en el ejército francés durante la I Guerra Mundial.
Sagan comentó el problema con cierta extensión en su libro "El cerebro de Broca", en el capítulo "Enanas Blancas y hombrecillos verdes". Comienza afirmando que "no hay razón alguna para dudar de los relatos de Griaule" (de esto hablaremos después). Más adelante encontramos una cauta observación que suele ser muy citada por los devotos:
Otro detalle interesante es que no existe ningún registro de esa "extraordinaria sabiduría" astronómica anterior a los años treinta, o sea, antes de los trabajos de Griaule y su equipo. Ni siquiera una nota de alguno de los viajeros y exploradores occidentales que atravesaron la región desde fines del siglo XVIII. Esto resulta congruente con una inclusión muy reciente de datos astronómicos modernos dentro de una antigua cosmogonía. Adelantemos de paso otro hecho aún más sorprendente: de la misma manera que no existen registros previos a Griaule de que los Dogon tuvieran inexplicables conocimientos astronómicos, tampoco otros antropólogos que han trabajado sobre el terreno después de éste han confirmado esos hallazgos. Pero de eso hablaremos más extensamente dentro de poco.
Por otra parte, las alegadas afirmaciones de los Dogon respecto al sistema estelar de Sirio resultan chocantemente similares a las especulaciones de los astrónomos europeos de la década de los veinte, incluyendo varios errores que resultan hoy bastante obvios. Por ejemplo, los astrónomos de esa época sabían, debido a sus efectos gravitatorios y su escasa magnitud, que la compañera de Sirio era extremadamente pesada, con una densidad alrededor de 60.000 veces superior a la del agua. De hecho, fue la primera enana blanca descubierta; en los años veinte esto causó sensación, pues no se tenía noticia de ningún otro objeto similar. En el supuesto mito Dogon, esto se refleja en la descripción que realizan de Digitaria, al considerarla como la cosa más pesada del universo, compuesta del famoso "sagala". Pero se trata de un error: Sirio B simplemente no es la estrella más pesada del universo. Muchas otras estrellas enanas son tanto o más pesadas que Sirio B, por ejemplo, las estrellas de neutrones. Sólo que este dato no lo conocían los astrónomos de entonces, ni tampoco, de más está decirlo, los sacerdotes Dogon. Por lo visto, los conocimientos astronómicos de los "Nummos", a pesar de dominar el viaje interestelar, no estaban muy por delante de lo que ya sabían los astrónomos terrestres en las primeras décadas del siglo XX. Otro tanto puede decirse de la teórica segunda compañera de Sirio, Sirio C, tan generosamente identificada con Emme Ya (pero esto merece de por sí un comentario más detallado; véase más adelante).
Otros errores son bastantes más groseros, como la extraordinaria noticia de que Digitaria ocupaba en otra época la actual posición del Sol. Si descendemos de los espacios interestelares al mero sistema solar, el panorama es aún más desalentador: se trata de conocimientos superados no ya en la década de los veinte, sino en muchos casos en un siglo o más. Erróneamente se identifica a Saturno como el planeta más lejano del sistema solar, dejando de lado a Urano, descubierto en 1781 por Herschel, y a Neptuno, predicho por Leverrier en 1846 e identificado por Galle ese mismo año (por no hablar de Plutón). Este solo hecho de por sí ya hace dudar que la fuente original de los conocimientos Dogon sean unos sabios extraterrestres, pues éstos no habrían ignorado dos planetas tan considerables. De la misma manera, sólo se mencionan las cuatro lunas galileanas de Júpiter, cuando en realidad ese planeta tiene al menos 16 satélites. Algunas otras omisiones son también curiosas: se mencionan los anillos de Saturno, pero no se dice ni una palabra sobre los que circundan a los otros planetas mayores. Por ejemplo, los anillos de Urano fueron descubiertos en 1977. ¿Es esta observación demasiado detallista? En realidad, es muy cierto que los anillos de Saturno son considerablemente más conspicuos que los de sus compañeros, pero también es cierto que lo que se está juzgando aquí es la verosimilitud de un conocimiento revelado a los humanos nada menos que por una superraza extraterrestre tecnológicamente avanzada; con una fuente semejante, hay que ser exigentes y reclamar precisión en los detalles. Y resulta bastante contradictorio que el nivel de detalle que se nos ofrece, en lo concerniente al sistema solar, no rebase el nivel que tenía la astronomía moderna a mediados de siglo XVIII, o el que pudiera permitir un pequeño telescopio empacado en el equipaje de un explorador de finales del XIX o principios del XX.
Como ya se señaló antes, la posibilidad de que los Dogon hayan adquirido conocimientos astronómicos a partir de fuentes modernas ha sido calificada de inverosímil por los defensores a ultranza de la hipótesis extraterrestre (y también por los afrocentristas, que la rechazan por ser "eurocéntrica"). Las críticas han ido tanto en el sentido de juzgar improbable que un proceso así pueda ocurrir, en un lapso de tiempo limitado, como en el de reivindicar una gran antigüedad para las tradiciones que hablan de esos conocimientos. Respecto al primer punto (dejando aparte los ejemplos citados por Sagan y que se reseñaron antes), el mismo Robert Temple nos ofrece (inadvertidamente) lo que puede ser una muestra bastante obvia de asimilación de una creencia exógena por parte de la mitología Dogon. El personaje al que se refiere (a pesar de denominarlo "Nummo") es fácilmente reconocible:
Con respecto a la gran antigüedad de las tradiciones que hablan de Sirio y de su acompañante, también son necesarias algunas precisiones. Suele afirmarse que la antigüedad demostrada de la ceremonias Sigui es de 700 años (remontándose, por lo tanto, al siglo XIII d.C.). Una vez más, la fuente original de esta aseveración es el trabajo de Marcel Griaule. La prueba material que se ofrece en este punto son las máscaras empleadas por la sociedad Awa en esas ceremonias, que luego de cumplir con su función no son desechadas, sino guardadas en refugios protegidos. Antes de seguir adelante, quizás sea conveniente recordar que Griaule no disponía de un método fidedigno para datar las máscaras encontradas en esos refugios, pues el método del Carbono 14 no fue desarrollado por Willard Libby hasta 1947, y esta parte de su investigación fue realizada antes de 1938. En consecuencia, procedió a hacer una extrapolación, contando las máscaras que había en un refugio en particular (ocho, los restos de una novena, y tres montones de polvo que asumió que correspondían a tres máscaras adicionales), y estimando que se había elaborado una nueva máscara cada 60 años, hizo que la ceremonia Sigui se remontara hasta el siglo XIII. Sin embargo, en otros refugios solamente había tres o cuatro máscaras, lo que hace que la cuestión se vuelva algo confusa. Puestos a especular, por ejemplo, bastaría con que algunas máscaras hubieran sido trasladadas de un refugio a otro en algún momento del pasado, para que esta cronología se viniera abajo.
De cualquier manera, aquí es oportuno recalcar un punto que suele pasarse por alto en la discusión de la antigüedad del conocimiento de Sirio B: que las máscaras y la ceremonia Sigui se remonten o no a un pasado remoto no dice absolutamente nada en favor o en contra de que los Dogon conocieran a Sirio B desde tiempos inmemoriales, aun en el caso de que la ceremonia Sigui estuviera realmente relacionada con Sirio. Sirio A es de por sí un objeto astronómico atrayente; de hecho es la estrella más brillante del firmamento (con una magnitud de – 1,4). Llama la atención de cualquier observador del cielo aunque éste no esté enterado de que la circundan una o más compañeras invisibles. Los Dogon (como los antiguos egipcios) bien pudieron darle un papel central en sus mitos sin necesidad de estar enterados de la presencia de Sirio B, y celebrar en su honor la mencionada ceremonia.
Aún más, existen algunos detalles que inducen aún más dudas de que realmente la ceremonia Sigui tenga algo que ver con Sirio B. Para empezar, el supuesto nombre que dan los Dogon a la brillante Sirio A: Sigu tolo, queriendo significar "estrella del Sigui". La estrella del Sigui es, según esto, Sirio A, a pesar de la teórica preponderancia de la invisible Digitaria. En segundo lugar es bien llamativo que los Dogon hayan optado por celebrar cada sesenta años (aproximadamente) una ceremonia en honor a un cuerpo estelar que no pueden ver pero cuyo período orbital es de cincuenta años (también aproximadamente). Resultaría bastante más congruente que se celebrara cada 50 años.
Otra "prueba" material que siempre sale a relucir en este punto es un diagrama simbólico que los Dogon identifican como "el huevo del mundo". Según los divulgadores, se trata de un "preciso diagrama orbital", en el cual Sirio A se encontraría en uno de los focos de la elipse. Robert Temple ha llegado a afirmar al respecto que "la analogía es hasta tal punto sorprendente, que incluso el ojo más inexperto está en condiciones de constatar la identidad de las dos configuraciones, hasta en los más mínimos detalles". Suena en verdad impresionante, pero la impresión dura sólo hasta que se le echa un vistazo (así sea con ojo inexperto) al citado dibujo. Lo primero que se observa es que hay un exceso de cuerpos "estelares" dentro del "sistema": nada menos que nueve. ¿Por qué tantos? Sólo debería haber dos: Sigu tolo y Po tolo. Por lo pronto, Emme Ya ("el sol de las Mujeres") y su satélite no tendrían por qué aparecer, pues ya se nos ha advertido que recorren su trayectoria a una distancia de Sigu tolo mucho mayor que Digitaria. Cualquiera diría que el "preciso diagrama orbital" no es de ninguna forma tan preciso. Una segunda mirada descubre otra anomalía: en realidad se trata de un diagrama orbital muy raro, pues en la supuesta órbita no hay ningún cuerpo. La estrella que debería estar sobre la órbita (Po tolo) en realidad se encuentra dentro de ella. Por lo visto, lo realmente sorprendente no es la analogía (inexistente) entre el "huevo del mundo" y un diagrama orbital, sino que alguien pueda pretender que exista "identidad de las dos configuraciones, hasta en los más mínimos detalles". Otra vez, lo que se presenta como "prueba" de una afirmación extraordinaria cae muy por debajo de cualquier nivel de exigencia, en especial cuando nos han ofrecido primores de precisión que no aparecen por ninguna parte.
Arriba, a la izquierda: el "huevo del mundo", tal y como lo representan los Dogon. A la derecha: la interpretación moderna, que lo convierte en un "preciso diagrama orbital". Ninguno de los numerosos objetos que encierra el ovoide está sobre la pretendida "órbita"; dentro del "huevo" se encuentran también cuerpos que no tienen por qué estar allí, como Emme Ya (¿Sirio C?) y Nyân tolo, que según la supuesta tradición Dogon están a una distancia mucho mayor de Sirio A que Digitaria (Po tolo). |
¿Triple?
Resulta muy poco estimulante el hecho de que virtualmente todos los extraordinarios conocimientos cosmológicos que se le atribuyen a los Dogon ya estuvieran firmemente asentados dentro de la astronomía moderna desde antes de que los antropólogos franceses visitaran a ese pueblo. Por ejemplo, si dentro de esa supuesta "sabiduría tradicional" existieran referencias a algún hecho oscuro, sólo descubierto muy recientemente (como los anillos de Júpiter, que eran desconocidos antes de la exploración del Voyager 1), el "misterio" podría considerarse en verdad como casi insoluble desde una perspectiva mundana. Y según nos dicen los divulgadores del "misterio de Sirio", con Robert Temple a la cabeza, ésa es exactamente la situación. Un descubrimiento flamante habría venido a demostrar que los conocimientos astronómicos de los Dogon se habrían adelantado a la ciencia occidental. Concretamente, estamos hablando del "descubrimiento" de Sirio C. En la primera edición de su libro, Temple hizo esta significativa "profecía":
Lo cierto es que, confirmado o no, a los divulgadores el "descubrimiento" de Benest y Duvent les vino como anillo al dedo, y no han dejado de sacarle provecho desde el primer instante, presentándolo como una clamorosa confirmación de la conexión entre el pueblo Dogon y antiguos visitantes del espacio exterior. Y por supuesto, antes que nadie, el propio Robert Temple, quien aprovechó para lanzar la nueva edición de su libro. Curiosamente, el hecho de que la supuesta "Emme Ya" de los Dogon tenga pocas características comunes con la estrella enana de Benest y Duvent no parece molestarles. Por ejemplo, el supuesto período orbital de Emme Ya sería de 50 años, considerablemente mayor que los seis años que estiman Benest y Duvent para su enana roja. Por no hablar de que aun cuando esta estrella existiera, aún quedaría por demostrar que tiene a su alrededor un sistema planetario, y que en este sistema están dadas las condiciones para que se desarrolle la vida y una civilización tecnológica como las de los fantásticos "Nummos" de la leyenda (y esto en realidad luce como muy poco probable).
Quizás fuera conveniente preguntarse si no es una mera coincidencia afortunada que los Dogon hayan imaginado a Sirio como un sistema triple, aunque contra esto se podría argumentar que parece más factible que un conocimiento muy antiguo al respecto se haya ido desnaturalizando progresivamente al pasar oralmente de generación en generación.
De cualquier manera, pudiera parecer que la propuesta aparición en el escenario de Sirio C echa por tierra la posibilidad de que los Dogon adquirieran sus conocimientos astronómicos de una fuente terrestre y moderna. Pero nuevamente, no es así, por la sencilla razón de que la idea de que Sirio es un sistema triple no apareció por primera vez en 1995 con Benest y Duvent, sino mucho antes. En realidad, la idea de la probable triplicidad de Sirio tiene una historia singularmente larga. Tan temprano como en 1894 (sí, 1894) ya se observaron irregularidades en el movimiento de Sirio B, lo que llevó a sospechar la existencia de un tercer cuerpo estelar. Posteriormente, entre 1920 y 1930, aparecieron alrededor de veinte reportes de observadores que creyeron haber visto una pequeña estrella adicional en el sistema. El primero de esos reportes fue el de Phillip Fox en 1920, quien informó que la imagen de Sirio B parecía ser doble. Fox realizó esta observación utilizando el mismo telescopio refractor con el que Alvan Clark había descubierto a Sirio B en 1862. Otros informes similares fueron presentados posteriormente por Robert Thorburn Ayton Innes y por Willem H. van den Bos. Un poco más tarde, en 1933, Voronov, basándose en un análisis de la velocidad radial de Sirio A entre 1899 y 1926, postuló la hipótesis de la duplicidad de Sirio A, estimando un período orbital de 4,5 años para la acompañante. El interés por el teórico tercer componente de Sirio no decayó drásticamente sino en 1973, cuando un detallado estudio de Irving W. Lindenblad (el mismo astrónomo que fotografió por primera vez a Sirio B) realizado a lo largo de casi siete años, no logró encontrar ningún dato que apoyara su existencia.
La cuestión aquí es que de nuevo nos encontramos con que uno de esos extraordinarios conocimientos que Griaule le atribuye a los Dogon ya había sido previamente discutido por los astrónomos de los años veinte. Que los supuestos avistamientos de Sirio C en la década de los veinte fueran reales o no (y muy probablemente no lo eran) no tiene aquí mayor relevancia: lo importante es que esa información, errada o no, existía y circulaba antes de que Griaule partiera con sus expediciones al África y bastante antes de que los sacerdotes Dogon accedieran a "iniciarlo" en sus más profundos secretos (¡en 1946!). Si algún viajero occidental interesado por la astronomía, digamos que en la década de los veinte o treinta, llevó a los Dogon la información maravillosa acerca de Sirio B, pudo también llevarles la de la supuesta Sirio C. En este sentido, y en contra de lo que pretenden los divulgadores, una eventual confirmación de la existencia de Sirio C no demostraría en absoluto que los Dogon hubieran recibido de la antigüedad informaciones impartidas por visitantes extraterrestres. Por el contrario, si a la larga Sirio C no existiera, esto estaría a favor de que lo que recibieron los Dogon fueron informaciones contemporáneas y erradas de algún visitante mucho más terrenal.
Más explicaciones
Hasta este momento hemos analizado la extraordinaria afirmación de que los mitos del pueblo Dogon contienen una inusual información astronómica cuya fuente original es la visita de seres alienígenas procedentes de Sirio en un pasado remoto, y hemos observado que esta hipótesis tiene puntos débiles en su argumentación, además de existir al menos una alternativa verosímil bien fundamentada. Sin embargo, no se ha puesto en tela de juicio la existencia misma de esa información dentro la sugerente cosmogonía Dogon. Ahora avanzaremos un paso más.
Recapitulemos: la fuente original (¡y única!) empleada por Robert Temple, Eric Guerrier y demás divulgadores del "misterio de Sirio" es el trabajo de Marcel Griaule y su equipo, realizado en las décadas de los treinta y cuarenta. Pero Griaule sólo se refiere a los conocimientos astronómicos de los Dogon en su artículo Un Système Soudanais de Sirius, publicado en 1950, y en Le Renard Pâle, que publicó Germaine Dieterlen en 1965, cuando ya Griaule había fallecido. En el resto de sus obras, incluyendo la fundamental Dieu d’eau, lo ignoran.
Por lo pronto, retengamos el dato de que la investigación original de Griaule es la única fuente que nos refiere que los Dogon poseen un conocimiento secreto e inusual sobre Sirio. Aquí cabe preguntarse ¿podemos confiar de forma absoluta en esa fuente?
Antes que nada, recordemos que Marcel Griaule fue un antropólogo eminente y respetado, no un traficante de misterios al estilo de von Daeniken o Zecharia Sitchin (o del mismo Robert Temple, a pesar de sus credenciales académicas). Ya antes vimos su pudorosa reticencia a especular sobre el posible origen del supuesto mito Dogon sobre Sirio (nada de atlantes ni de alienígenas procedentes del espacio exterior). Pero eso no implica que sus hallazgos y métodos no puedan ser sometidos a revisión y cuestionamiento.
De hecho, la metodología de Griaule ha sido sometida a críticas desde hace años. Empezando por su declarada intención de "redimir el pensamiento africano", que lo puede haber llevado a importantes sesgos de observador. Se le ha criticado su método de obtener información a partir de un único informante a través de un intérprete, así como la ausencia total de textos en idioma Dogon. Lo que esto implica es claro: no oímos lo que los Dogon saben o ignoran acerca de Sirio, sino a Griaule (y a Dieterlen) interpretándolos.
En 1991 el antropólogo belga Walter E.A. van Beek, de Utrech, tras estudiar a los Dogon a lo largo de once años (desde 1979 hasta 1990) publicó en Current Anthropology un artículo titulado Dogon Restudies. A Field Evaluation of the Work of Marcel Griaule. En ese artículo, Van Beek hace notar, en primer lugar, el hecho (realmente sorprendente) de que los datos originales de Griaule y Dieterlen son únicos; ningún otro antropólogo, trabajando sobre el mismo terreno, ha logrado reproducirlos. En otras palabras, no ha existido ninguna verificación independiente de sus afirmaciones. También señala que durante sus años de investigación con los Dogon, tampoco él pudo encontrar el más mínimo rastro del detallado saber sobre Sirio que Griaule les atribuye.
La intención inicial de van Beek era encontrar evidencia de las aseveraciones de Griaule; pero finalmente tuvo que aceptar que existían graves problemas al respecto. Van Beek halló a los informantes de Griaule, incluyendo a su intérprete–compilador, Ambara, al que ya hemos mencionado con anterioridad (Innekouzou, el sacerdote responsable del "saber sobre Sirio" había fallecido en 1951). Descubrió que "ningún Dogon fuera del círculo de los informantes de Griaule había oído jamás de Sigu tolo o Po tolo... Aún más importante, nadie, aun dentro del círculo de los informantes de Griaule había oído o entendido que Sirio fuera una estrella doble". Asimismo, encontró que aun cuando esos informantes supieran de Sigu tolo, no eran capaces de ponerse de acuerdo respecto a cuál estrella se refería ese término: "para algunos, es una estrella invisible cuyo ascenso anuncia la fiesta Sigui, para otro es Venus que en una posición determinada aparece como Sigu tolo. Todos concuerdan, sin embargo en que ellos aprendieron acerca de la estrella de Griaule".
Por supuesto, los Dogon conocen a Sirio (es la estrella más brillante del cielo), pero según van Beek no le dan el nombre de Sigu tolo, sino el de Dana tolo. Aún más, puntualiza que (contra lo informado por Griaule) "el conocimiento de las estrellas no es importante [para los Dogon] ni en la vida diaria ni en sus rituales", resultando para ellos mucho más cruciales otros fenómenos celestes, como la posición del sol y las fases lunares.
Griaule obtenía sus datos en largas sesiones con un informante principal; el intérprete–compilador de estas sesiones (respecto al "saber de Sirio") era Ambara. Es muy probable que en este proceso Griaule reinterpretara las informaciones de su traductor de acuerdo a sus propios conocimientos (a Griaule le interesaba la astronomía y la había estudiado en una época; sin duda conocía la polémica sobre la naturaleza de Sirio B, y es muy probable que estuviera al tanto de los avistamientos no confirmados de Sirio C en la década de los 20, todo ello ocurrido antes de que iniciara sus investigaciones en África). Van Beek hace notar que la cultura Dogon le da una gran importancia al consenso y a evitar las contradicciones. Al enfrentarse a alguien tan respetado y apreciado como Griaule, habrían preferido aceptar sus análisis erróneos como propios. En este escenario, la información sobre Sirio B habría partido del mismo Griaule, quien quizás puede haber malinterpretado alguna referencia relativa a una estrella visible y poco conspicua cercana a Sirio como el reconocimiento de su compañero invisible. A este respecto, van Beek hace dos observaciones más:
a) En su experiencia de once años con los Dogon, observó que éstos tienden a darle nuevos nombres a objetos de todas clases (incluyendo las estrellas) sólo con el fin de satisfacer la curiosidad de los investigadores.
b) Griaule tenía la tendencia a querer controlar las situaciones, en tanto que los Dogon procuran, siempre que pueden, evitar desacuerdos con los hombres blancos. En especial con Griaule, quien les había impresionado como un personaje muy importante. Si éste les hubiera hecho una pregunta dirigida sobre si conocían a la compañera invisible de Sirio, muy probablemente hubiera obtenido una respuesta afirmativa, aun cuando realmente no supieran nada al respecto.
Van Beek cita un ejemplo específico de esta tendencia de los Dogon al consenso: una de sus narraciones explica la diferencia entre ellos y los blancos mediante una historia tomada del Génesis (la de la ebriedad de Noé). Sólo que la reivindican como propia y rechazan que se trate de una historia tomada de los blancos, y en esto coinciden tanto aquellos Dogon que aún mantienen sus creencias tradicionales como aquellos que son cristianos.Una contraexplicación a los hallazgos de van Beek es que el saber sobre Sirio es realmente muy secreto y conocido sólo por unos pocos. A esto puntualiza: " ni los mitos ni los cantos [de los Dogon] – a pesar de ser sagrados – son secretos. De hecho, el «tem» [conocimiento colectivo] es conocimiento público". Aún más: "La cuestión es, entonces, qué tan secretos pueden ser los secretos y aun así permanecer como parte de una cultura. El significado compartido es un aspecto crucial en cualquier definición de cultura, mientras que un secreto compartido por unos pocos es por definición marginal... Así, si los secretos revelados a Griaule son parte de la cultura Dogon, uno debe ser capaz de volver a conseguir su rastro".
Si los hallazgos de Griaule son únicos, no se puede decir lo mismo de los de van Beek; otros antropólogos, como Jacky Boujou, con 10 años de experiencia entre los Dogon, y Paul Lane, trabajando también sobre el terreno, han coincidido con sus conclusiones. Naturalmente, Dieterlen (que falleció en 1999) y la hija de Griaule, Genevieve Griaule–Calame defendieron la obra de éste; esta última llegó a calificar la crítica de van Beek de "especulación desenfrenada".
Otros críticos han encontrado más fallas en los "descubrimientos" de Griaule. Como Peter James y Nick Thorpe, en su libro Ancient Mysteries (1999). Éstos se refieren fundamentalmente a los argumentos de van Beek, pero también encuentran lugar para aportes propios. Por ejemplo, hacen notar serias divergencias entre la interpretación que hace Griaule y lo que él mismo reporta que le informaron los Dogon. Así, la interpretación de Griaule asume que Po tolo es Sirio B, en tanto que la información original es muy diferente: "Cuando Digitaria (Po tolo) está cerca de Sirio, esta última se hace más brillante; cuando está más lejos de Sirio, Digitaria emite una luz parpadeante, sugiriendo varias estrella al observador". Difícilmente se puede decir que esto sugiera una acompañante invisible de Sirio. James y Thorpe también consideran sospechoso el antiguo interés de Griaule por la astronomía, y sugieren que reinterpretó las respuestas de sus informantes de acuerdo a sus propios conocimientos y a lo que deseaba oír.
Conclusión
Podemos resumir el estado actual de la que es considerada por muchos como la evidencia más sólida de la visita de seres del espacio exterior a la Tierra en un pasado remoto en los siguientes puntos:
Por lo visto, la evidencia no es tan sólida como parece, o como se nos quiere hacer creer. A pesar de que incluso la Encyclopædia Britannica Online haya incurrido en la demagogia y el absurdo de aceptar que la ceremonia Sigui descansa en "la creencia de que hace 3.000 años anfibios procedentes de Sirio visitaron a los Dogon". Para concluir, y sólo como dato curioso: Robert Temple no repara en el trabajo de van Beek en la reedición de su libro The Sirius Mystery. Esta "extraña" omisión no puede menos que resultar llamativa en un erudito de su talla. Una lástima sin duda, pues hubiera podido exponer los indudables vínculos del antropólogo belga con la KGB, la CIA y la NASA, en su intento coordinado por suprimir su hipótesis. La cronología se lo permitía (Dogon Restudies es de 1991, y la reedición de The Sirius Mystery de 1998), pero muy probablemente debe de haber sentido que esa clase de referencias hubiera echado a perder una buena fábula.
- Ninguno de los "extraordinarios" conocimientos astronómicos que le legaron esos visitantes alienígenas al pueblo Dogon era desconocido para la astronomía moderna antes de que sus mitos fueran registrados en los años treinta y cuarenta. En esto se incluyen varios errores obvios, muy poco probables viniendo de una civilización tecnológicamente avanzada.
- No existe ningún registro previo a los años treinta y cuarenta de ese extraordinario saber astronómico.
- La evidencia material respecto a ese extraordinario saber es ambigua y sujeta a interpretaciones arbitrarias, como el famoso "huevo del mundo", transformado en un "diagrama orbital".
- Existen explicaciones alternativas verosímiles, como la de Carl Sagan, basada en procesos de asimilación cultural que ya han sido observados entre otras culturas.
- Más importante todavía: toda la leyenda del saber secreto sobre Sirio del pueblo Dogon se basa en una única fuente (Griaule), y las aseveraciones de esa única fuente no han podido ser confirmadas por otros investigadores trabajando sobre el terreno. Dicho de otra forma, no ha existido una verificación independiente de los datos.
- Los datos y los métodos empleados por la fuente original han sido cuestionados y criticados.
- Y no es sólo cuestión de que los datos originales no hayan sido verificados independientemente: la investigación de Walter van Beek aporta evidencias en contra de que alguna vez haya existido entre el pueblo Dogon un inusual, y detallado y preciso conocimiento astronómico, fuera de las posibilidades reales de una sociedad pretecnológica.
Como colofón puede leer el APÉNDICE, que contiene un fragmento de uno de los mitos Dogon de la creación.
El artículo anterior fue escrito por Javier Garrido B., y publicado en su página Paraciencias al día. Agradecemos a su autor el permiso concedido para ser publicado de nuevo en esta página.